VACÍA
Hay muchos que se ofenden cuando se les llama MOROS. Estos existen y son los pobladores de la gran mayoría de los pueblos Mediterráneos del Sur del Sur. Luego están los árabes, que nada tienen que ver…
Estaba borracho, de otra forma no habría caído en la red de su peculiar forma de hacer la pelota, hasta extremos que generaban repugnancia a propios e invitados. La contraté, sin mirarla, porque era amplia,
de varias habitaciones y capacidades. Y en cada una de ella guardaba más daño y dolor que en la contigua. La tuve que enseñar a planchar, a hacer la comida, a deshacer la cama, a hacerla, una inútil como su amiga y protectora. ¡Dios las cría! Y, la Mora seguía asentándose, creciendo, engordando… Era como la mala de La Sirenita. Muchas e las chicas que trabajaban con ella, se daban de baja porque las aplastaba con su mirada cruel. Era la máxima representante del principio de Peter: ‘Inutilidad máxima’, como consecuencia odio a los semejantes, y sequedad de las entrañas para concebir. La Naturaleza es sabia y no deja a las malas hierbas alcanzar los rosales y las flores simétricas.
En Casablanca conocí a Chartre, un taxista, padre de dos hijos… Nada comparable al bicho que picó al tren. Sus hijos hacían bueno el dicho de… dales una caña. Ella es maestra, él médico. La Mora acabó con el único que la quiso y respetó, porque su máxima era encontrar un buen badajo de tamaño apropiado para su vacía vida. Creo que murió sola, sin amigos, en una residencia para olvidados. Lo malo es que en esos años se recuerda lo malo que se ha sido, el daño que se ha hecho. Momentos de reflexión con el pavo colgando la llamada.