Hace 54 años en el hospital de Nuestra Señora del Rosario, Concepción Pérez, mi Madre, me traía a este maravilloso valle de lágrimas. En un rato me bajaron a las cocinas, Luis Gil Bellaz era compañero y compadre del mío, y pensaron que era un buen lugar para que empezase a desarrollar un mundo de sensaciones basadas en los olores.
Aquellas cocinas rezumaban calor, color, música, grabado quedó. Me llevaron a casa, mis primos mayores y mi hermana me recibieron a palos, dicen que los celos de un niño son enfermizamente horrorosos, dicen tantas cosas. Debajo de casa estaba 'la perrería' un colegio de barrio con maestros esforzados y clases repletas de pequeñajos que se perdían entre sus piernas. Allí desayunaba churros y porras con don José que era el director. Mi hermana estudiaba en las Hermanas Mercedarias de Alfonso XIII, y allí me llevó mi Madre.
Era un colegio de niñas y me enamoré por primera vez, Sor Ascensión se convirtió en mi refugio de poco más de tres años. Sólo me quería a mi, y yo a ella. Pero como lo bueno dura un suspiro, en la misma calle Alfonso XIII me llevaron al campo de concentración de los Hermanos del Sagrado Corazón de Jesús (Corazonistas), ya lo iré contando porque es más largo que una guerra civil.
Seguí creciendo rodeado de amor de mis Padres y Hermanos. Nos hacíamos mayores, y todo pasaba sin enterarnos. Terminé mis estudios de BUP en un curso nocturno en el Ramiro de Maeztu, con dos de mis grandes amigos, Nacho y Javier de la Concepción, decidieron marcharse en plena adolescencia, poco después que Teo Roa… Malas épocas…
Empecé a estudiar de todo, me daba un poco lo mismo, con lo cual no terminé nada, pero me sirvió para darme cuenta de que era igual de inocente en el ambiente en el que me moviese. Siempre he tenido una tabla de valores que es como la de cortar queso de uno de mis ex suegros. En Mendoza me dejé mis mejores años. Y de mi vida profesional… Vaya invento que me acabo de montar. Gracias a los que lo han hecho posible, y a los que me ayudarán a contar una vida que son cuatro…
pedro Fontanero de la comunicación
"Y, viéndole don Quijote de aquella manera, con muestras de tanta tristeza, le dijo: Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro.“
Miguel de Cervantes y Saavedra