Gusto

El Gusto es una convención, el mal gusto una realidad

gafas

PROTEGE TUS CLISOS

Una de mis grandes aficiones son las gafas. Cuando entré en el mundo de los negocios decidí que me tenía que poner gafas. Tenía 18 años y los Visionlab acababan de aparecer en España, uno de sus centros estaba en la calle Orense de Madrid, allí me compré mis primeras gafas sin graduación, necesitaba parecer mayor, las gafas generan distancia y respeto, y más si son absolutamente locas e inesperadas.

Por los mismos motivos (asquerosa juventud) me dejé la barba, luego el bigote y la perilla, luego la perilla… No hay nada como cambiar de look, pero cuando tienes una calva tan redonda y chula como la mía, las gafas y los complementos encajan de maravilla, ya lo veréis. Lo peor para combinar es tener mal humor y poca o nula estima. Me considero un señor interesante, con gafas graduadas desde hace años y con mucho que ofrecer a los demás. Mis visitas a las distintas ópticas son casi permanentes, elijo aquello que me emociona, y en muchas ocasiones me ocurre que compro varias molduras, y luego las llevo a poner cristales y me quieren cobrar más que por las que ellos venden con montura y como oferta. Esto me hace pensar que los cristales valen nada y menos, y las monturas se las regalan. Si no de qué los rollos de Alain Afflelou: ‘compras unas gafas y te regalamos tres’.

Mi amor por el diseño de gafas me lleva a visitar tiendas en los lugares a los que viajo. Desde Marrakech, donde venden gafas graduadas y dientes en la misma mesa, a las más exclusivas de los centros que están a mi alcance, que cada vez son menos.

Unas gafas, unas cómodas gafas consiguen que la distancia de mis ojos azules, con los de mi interlocutor, permitan que estos, mis clisos, se aireen.