Gusto

El Gusto es una convención, el mal gusto una realidad

LA BAÑERA

A cualquier cosa le llaman balneario. He visto aguas medicinales en polígonos industriales... Todo lo que te eche agua por la chepa es bueno, en unos casos para los granos, en otros para descubrir el verdadero color de la piel… En Marina D’or me dieron cinco hipoglucemias… ¡qué horror! Era tan joven, tan bella… Lo malo era uni neuronal y dependiente del útero de una vaca burra marginal, envidiosa y acomplejada.

Lo soñé. No es real… Entró, había perdido la llave, colgada en su cuello, graciosamente a punto de estrellarse contra la fuerza de la sal… una zona de agua como el Mar Muerto, eso sí de veinte centímetros. En fines de semana, como todos, como el de Olmedo, al que amé, pero lo convertían en vertedero de fin de semana, con bodorrios incluidos…

Saltaba de una piscina a otra, le encantaba el pediluvio… jajajaja… es mentira se le clavaban las piedras en los pies de percebe, amorfos como su mentiroso andar. Otro ser con poca masa y mucho miedo. Carne de gentes que no saben diferenciar los besos, las verdades, los placeres, las caricias, el tono de la voz, la dulzura… Capaces de confundir una manguera colgando de una bañera, con un carísimo jacuzzi, porque detrás hay un anuncio de Porcelanosa. Lo importante es lo que piense el respetable, lo que puedan especular, y lo más importante, lo que van decir.

En una vida pasada me tocó opositar para militar de no recuerdo qué ejército, y no lo conseguí, siempre que lo sueño me alegro porque prefiero ser sargento de los bomberos con mando en plaza.

Se llenó de luz la taquilla, había mirado.