ESTIRADAS OREJAS
A Nicolás no se le pone nada por medio, será porque su segundo nombre, que debería ser el primero, es Pedro. Y subía y bajaba en casa de la desorganizada mental, que acababa de llamar al consejero de sus entretelas ‘gilipollas’…
Era por la mañana, estaba esperando en el despacho de un conocido comunicador y empresario, que me invitaba a verla de cerca, después de salir unas imágenes tocándole las pelotas a su amado, es ese, el que deja las paredes marcadas de Grecián 2.000, ¡anda como Milhaus!… jajajajaja… vaya pareja de atocinados. Bueno, pues eso, que llevaba unas gafas que le tapaban la tocha, con los ojirris cerrados y morados, y casi los mofletes, que no la boca, a la que acababa de darle un toque de frescura momiante… pero en la comisura quedaba parte del alcohol ingerido y de un café de recuperación… ‘Hay que ayudar a mamá’, ‘ella es la reina’, y conmigo no sé por qué os pasáis tanto… Joder, le dije, si son los de tu cadena los que te sacan tocándole los huevos al Rana. Restaurador de la época que inventó la pipirrana, salvadora de algunos mariscos perjudicados y productores de disenterías para olvidar.
Me marché por detrás del sofá para ver dónde tenía las orejas. Como un hipopótamo, literalmente, como un Kiko con bolsas para guardar los secretos turlantes, las orejas estaban en el pescuezo… ¿Cómo podrán oír? ¡Ah!, por eso se ponen la mano como Juan Luis Guerra, para escuchar al coro…
Han triunfado con la mentira, se han vendido al vil metal… Sus orejas… jajajajaja… sus orejas…