TROMPETILLAS
Llega un momento en el que los seres humanos empezamos a perder casi todo. El que no ha perdido la vergüenza, la pierde cuando le colocan la primera cuña. El que no ha perdido el pelo, ve como se convierte en algo estropajoso. Y, venden de todo, pero de nada sirve . Sólo un cuidado diario desde la cuna consigue resultados que el común no conocemos. Y, hablando de perder, los dientes, el sentido del equilibrio, la agudeza visual y el oído. En este mundo de especializaciones, han proliferado, saliendo de las tripas de los ópticos de toda la vida, las cadenas de aparatos para sordos.
Lo más vendido, uno que cuando se le acaba la pila te mete un viaje en el caracol que te deja turulato. La pila del tamaño de una lenteja pequeña, difícilmente controlable por dedos tembloroso… Hablamos de aparatos para agudeza auditiva de personas de edad. Lo que nos quedará es o la operación y el implante de un ‘interprete’ que lleve a nuestro cerebro a oír, o la clásica y denostada TROMPETILLA.