DE TOROS Y TOREROS
Lo siento, no tengo ni idea de valenciano, pero un día le canté a mi querida Inma Avia una canción que decía: A Valencia se marcharon dos toreros y volvieron muertos de hambre, uno dicen que es el colorado y otro el de la casa grande. Mi padre era uno de estos dos. Un torero de raza… jajajajaja… Un niño muerto de guerra, de hambre y necesitado de encontrar a sus padres, que ya se habían ido a rendir cuentas, y sus catorce hermanos, de los que al final sobrevivieron cuatro: dos colorados, y dos morenos de verde luna. La mitad a la abuela, y la otra, al abuelo.
De torero pasó a ir a Las Ventas a disfrutar de un pase de pecho, de una larga cambiada, de una floritura… Antoñete, Paula, Ordoñez… Aficionados que sigue yendo a las plazas a encontrar la figura de un torero de los de verdad, de un señor del arte de cuchares, de un amante del respeto al enfrentamiento entre la bestia y el hombre. Este fin de semana la desgracia se cebaba con una promesa que ya era una realidad. Los trastornados de siempre, han sido capaces de hacer, que los que ya habíamos olvidado el ADN de hijo de torero (con todo el respeto a los maestros), tengamos ganas de volver a las plazas a agradecer a la familia y los compañeros de los muchos ‘toreros’ que acaban con las banderillas, de apoderados, o vendiendo lotería, como Platanito…
Un beso a la familia del torero de Sepúlveda, Víctor Barrio, un respeto al dolor. Y los comentarios se debe hacer en voz baja, con humanidad y pensando que el mayor valor para un ser humano es la VIDA.
Ellos, los capaces de todo, no son seres humanos, son seres de odio.